Sociedad

Renuncias en la Policía de Mendoza: jóvenes dejan la fuerza cansados del bajo sueldo, la sobrecarga y la inseguridad

El éxodo de efectivos en la Policía de Mendoza volvió a encender las alarmas. En apenas una semana de julio se registraron más bajas voluntarias que en todo el mes anterior, y la mayoría corresponde a agentes jóvenes que prefieren dar un paso al costado antes que seguir patrullando las calles con sueldos bajos, jornadas extenuantes y escaso reconocimiento.

Según datos publicados por Diario El Sol, el Ministerio de Seguridad provincial recibió diez solicitudes de renuncia en solo siete días, una cifra que supera holgadamente las siete presentadas durante todo junio. El trámite, casi automático, se basa en el artículo 57 de la Ley 6722, que permite al personal solicitar la baja voluntaria por “razones particulares”.

La mayoría de los que se van son auxiliares de entre 28 y 33 años, quienes descubren muy pronto que la vocación no alcanza cuando el salario no cubre ni las necesidades básicas y el trabajo diario implica riesgos extremos. “Me cansé de todo: de las horas de recargo, del trato, del estrés. El sueldo no lo justificaba. Sentía que si bajaba del móvil en ese estado me podía equivocar feo”, reconoció uno de los renunciantes.

Desde el Ministerio conducido por Mercedes Rus no niegan el fenómeno, aunque lo relativizan. Aseguran que se trata de un “cambio generacional” y que las nuevas generaciones no se adaptan a estructuras jerárquicas rígidas como las de la fuerza. Sin embargo, para muchos el problema de fondo es otro: la relación entre el esfuerzo que exige la tarea policial y el sueldo que reciben a cambio.

Hoy un auxiliar en Mendoza cobra alrededor de 400.000 pesos mensuales, un ingreso que, si bien supera el salario mínimo, dista de ser justo si se considera que estos trabajadores enfrentan situaciones límite todos los días. En muchos casos, hacen adicionales para llegar a fin de mes, sumando más horas a una jornada que ya es agotadora.

“No entré por vocación, sino porque era una salida laboral rápida. Pero después de un tiempo entendí que no valía la pena. Prefiero estar más tiempo con mi familia. La calle está muy peligrosa”, expresó otro de los ex policías.

También se detectaron maniobras que el ministerio intentó frenar: agentes recién egresados que buscaban rápidamente licencias o traslados a tareas administrativas, escapando del trabajo operativo y de la exposición directa al delito. La idea de “policías de escritorio” va a contramano del discurso oficial que exige presencia activa en las calles.

Otro motivo que empieza a ganar peso entre los que presentan la baja es el deseo de irse del país. Hay agentes que directamente informan que se desvinculan para emigrar. Es un reflejo más de la falta de perspectivas laborales y del desencanto que genera el presente económico y social en gran parte de la población joven.

Mendoza no logra romper el techo histórico de entre 9.000 y 10.000 efectivos en su fuerza de seguridad. Aunque su ratio de 54 policías cada 10.000 habitantes la ubican por encima del promedio argentino (48) e internacional (22), lo cierto es que la cantidad no garantiza efectividad. Y mientras los problemas estructurales como la inseguridad, la pobreza y la desigualdad sigan sin resolverse, sumar más efectivos será apenas un paliativo momentáneo.

Más allá de los números, la crisis en la policía mendocina deja en evidencia una situación de fondo: hay una institución desbordada, con agentes mal pagos, sobrecargados y muchas veces desmoralizados. El Gobierno deberá preguntarse cuánto tiempo más podrá sostener una fuerza que se desangra silenciosamente.

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