Luego de cinco empates al hilo, Marcelo Gallardo consiguió la primera victoria fronteras adentro desde su regreso.
Puede que todavía no tenga sus expectativas colmadas al 100%, pero Marcelo Gallardo tuvo muchísimos motivos para irse del Monumental muy conforme este viernes a la noche. Y no solo porque su River haya roto esa extraña racha de cinco empates consecutivos por torneo local (cuatro en su gestión): a diferencia de los otros seis partidos del ciclo, en el triunfo contra Atlético Tucumán se vio una versión claramente más mejorada del equipo, con momentos sostenidos de muy buen juego asociado y una intensidad en la marca y la presión que se sostuvo durante prácticamente los 90’.
Y el Muñeco, con méritos de sobra, sonríe: sabe que la mini pretemporada que ideó para aprovechar estas últimas dos semanas de parate por fecha FIFA y mejorar al plantel físicamente dio resultados rápidamente. Esa exigencia que volcó tanto en el Hilton de Pilar como en el Camp se vio plasmada en un River que se prestó al roce, doblegó marcas, pudo iniciar jugadas en campo rival gracias a recuperar pelotas y, sobre todo, fue superior a un rival que venía segundo en el campeonato. Sí, su mano se ve.
Y los casi 85.000 hinchas que volvieron a colmar el estadio se lo reconocieron con un “Muñeeeeco, Muñeeeeco” atronador luego del cuarto gol. Más que merecido para un equipo que jugó su mejor partido en bastante tiempo y que dio la sensación de que, aún goleando 4-1, todavía le queda espacio para crecer (hubo algunas distracciones en salidas desde el fondo y se salvó con un palo, cosas que terminaron siendo casi anecdóticas). Pero lo cierto es que esta importante base que cimentó contra los tucumanos era tan necesaria como clave, justo en este momento del semestre, con la serie de cuartos de Libertadores y el superclásico en los próximos 11 días.
Sí, River fue River. El River de Gallardo. El River que, jugando así, ilusiona a sus hinchas para definir la Copa el 30 de noviembre en su casa. Con el toque vertical como principal premisa (siempre priorizó jugar para adelante), constantemente puso a Atlético en situación de apuro defensivo: tuvo virtudes para saltar bien la presión de la visita y, arriba, encontró espacios gracias a buenas conducciones y profundizaciones por las bandas (Bustos y Acuña jugaron un gran partido).
Ahí, punto para MG, quien acertó con rodear a un muy buen Kranevitter con Simón y Nacho Fernández para soltar más adelante a Meza y el Diablito Echeverri. Un 4-3-2-1 que le dio calidad de pase al equipo, opciones constantes, orden y mucha pierna para ganar en físico y presencia.
Porque el Millonario se cansó de correr y rompió los mapas de calor, sí, pero también se puso el traje, la galera y el bastón para jugar como marca la historia del club. Con estas semanas de trabajo necesarias, Gallardo pulió las sociedades entre sus jugadores y empezó a encontrar cosas muy interesantes: la de Bustos y Simón por la derecha probablemente sea la más vistosa, dado que las características de ambos les permiten ir bien tanto por afuera como por adentro, lo que los hace difíciles de detectar para los defensores rivales. Sus combinaciones, incluso, merecieron tener un mejor final en algunos casos que la pelota por poco no pudo entrar: lo del lateral, como en aquella ida ante Talleres, volvió a ser superlativo, marcando una clara diferencia.
Y mientras que por la izquierda la cuestión colectiva todavía está en proceso (por ahora, grandes individualidades del Huevo Acuña, en su mejor encuentro y ya con más rodaje), Gallardo celebró que Borja y Colidio volvieran a convertir, algo fundamental pensando en lo necesarios que pueden ser para los compromisos venideros y que el DT necesitará variantes por el apretado calendario. Además, hubo un correcto ingreso de Manu Lanzini y González Pirez -más allá de un par de salidas imprecisas- cumplió al reemplazar a un Paulo Díaz que venía de sumar 180’ con la selección chilena en la doble fecha FIFA.
En definitiva, para River es un punto de partida. Pensando en lo que se viene, haberle sacado el polvo al manual de juego que tiene impreso un MG en la tapa y empezarlo a mostrar en plena competencia tiene una relevancia mayúscula, sobre todo teniendo en cuenta cómo venía. Es una goleada que llega justo a tiempo, pero que tiene más peso por las formas que por el resultado en sí mismo: presión, intensidad, sacrificio físico, combinaciones de calidad, goles... El River de Gallardo, ni más ni menos.
Fuente: Olé