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Una vez más Marina González visitó el cerro Aconcagua y trabajó en su “centro energético”

Recientemente, La Ventana San Rafael entrevistó a Marina Lucrecia González, una santafesina que vive en San Rafael junto a sus dos hijos, y que trabaja en la energía “Kundalini”, que la ha acercado al cerro Aconcagua por las energías que transmite, en lo que considera "un despertar de la conciencia". Una vez más visitó el “techo de América” y recordó lo que fue ese viaje.


Una vez más Marina estuvo en el Aconcagua y si bien no pudo llegar a la cumbre, logró captar sus energías poniendo lo mejor de sí. “Esta fue una experiencia mucho más masiva, y estuve varios días dentro de la montaña con esa conexión que trae incertidumbre en un montón de situaciones. Fueron siete días muy intensos en donde no pude tener ese momento de inspiración por el sentido de saber de esa conexión que una tiene, pero a su vez trabajando mucho lo que es la paz integral e individual de cada uno. 


Como experiencia, el poder estar y hacer alta montaña, conectarme desde ese lugar con la red planetaria, me trajo mucha integridad y mucha sabiduría a mí misma, para conectarme con todos esos seres terrenales que han estado en algún momento reencarnados y uno les puede decir ‘ancestros’”, explicó y agregó: “Hoy puedo decir, al estar de vuelta acá, que siento esa conexión, he estado muy profunda en mí misma, como integrando un montón de información también, sabiendo que a este centro energético que tenemos hay que valorarlo, hay que cuidarlo y protegerlo muchísimo porque va a ser muy importante en los tiempos que viene y los que vamos a transitar como humanidad. Para este cambio de conciencia, para este cambio de paradigma, para todo lo nuevo que viene a nivel planetario”.


Marina viajó a Aconcagua con dos personas, y se cruzó allá con gente de Rusia, Francia, España, Rumania, China, Ecuador, Colombia, Venezuela, pero había pocos argentinos –señaló– “en el sentido de sostener este nivel de conexión”. “Siento que hoy la Argentina está viviendo un tiempo muy revolucionario, y a su vez es como estar sosteniendo este cambio a nivel planetario. Es muy importante la conexión con la Tierra, porque es lo que nos va a anclar a un montón de conocimiento”, planteó y agregó: “Como comunidad tenemos que madurar y tenemos que ser conscientes de la realidad que tenemos y de lo que estamos pasando, y el potencial que tenemos también”.


En algún momento le dijeron que tenía que volver a ese centro energético. Si bien se le dieron dificultades que incluyeron temas de salubridad física y emocional, pero “cuando las cosas tienen que ser en un momento exacto, son”, y finalmente el viaje pudo darse. “Se armó todo muy de repente, yo sabía que al principio de febrero tenía que estar, por eso fue todo muy confuso. No iba a viajar, no tenía los medios, y de un día para el otro tenía todo, tenía el permiso ya que hay que hacer una parte burocrática para poder entrar; me lo habilitaron y pude estar los siete días dentro de la montaña; pasamos de Confluencia, estuvimos en Plaza Francia, de Plaza Francia pasamos a Plaza Mulas (lo que fue una odisea física, emocional y espiritual), que es como una base hacia donde podemos seguir (en una altura de más de 4 mil metros); recuperamos el cuerpo, la parte física y energética, y el próximo día pude subir a Plaza Canadá y al Nido de los Cóndores, a más de casi 5.700 metros, estuvimos a 1200 metros de la cumbre”, recordó y aclaró que llevó sus cristales, manifestando y haciendo un trabajo a conciencia ya que “todo es perfecto”. “Pude llevar este trabajo y pude anclar toda la energía de los cristales en el lugar perfecto, porque todo se iba manifestando de una forma fluida y armónica. Es donde uno está en esa sintonía y que en un punto, se siente en paz”, resaltó.


Este viaje le servirá a Marina para terminar el proyecto vinculado al libro en el que está trabajando, referido a la energía “Kundalini”.



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