El miércoles se dio un episodio lamentable, de los que están latentes en la Argentina de estos tiempos, hasta que un chispazo desata el desastre. De un lado, manifestantes del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) y del Polo Obrero, que estaban cortando una ruta en el norte de Santa Fe, a 125 kilómetros de Resistencia. Del otro, ocho micros con barras de Talleres de Córdoba, que viajaban a la capital chaqueña para ver a su equipo por Copa Argentina. Y pasó lo peor.
Fueron unos cuantos minutos en los que se desató una batalla campal que dejó un tendal de heridos, corridas, gritos y gente tratando de refugiarse de los disparos que comenzaron a poblar el ambiente.
Los videos que empezaron a aparecer en las redes sociales dan cuenta de la gravedad del episodio, y de la ausencia de las autoridades policiales tanto en el lugar como de quienes debían seguir los pasos de los violentos hinchas en los 870 kilómetros que separan a Córdoba de Resistencia.
Cuando se dan estos piquetes en los que claramente se ataca el derecho constitucional a circular por el territorio argentino, no hay órdenes judiciales, policías ni gendarmes que logren hacerlo cumplir. Sí lo pudo hacer la barra de un club de fútbol.