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Argentina: Un país con la educación en plena decadencia




Dice el filósofo Santiago Kovaldoff: "La educación cívica es la condición de posibilidad de discernimiento del prójimo, del valor de la vida, del significado del diálogo, del sentido del conocimiento, del espíritu autocrítico, de la capacidad de discernimiento del porvenir. Somos analfabetos cívicos porque no entendemos qué hacer con el dolor del fracaso. Tenemos que construir, pero tenemos que extraer el peso de la palabra educación. Esta es, en su más amplio sentido, el discernimiento de la relación entre el proyecto privado y el proyecto público. Cómo se integran, lo que yo deseo hacer de mi vida y lo que debo hacer de mi vida para colaborar, a fin de crear una Nación".


Este concepto de educación nos enfrenta con la idea de un país que necesita reencontrarse con su esencia y comprender que no podemos renunciar a nuestra responsabilidad de construir el país que nos merecemos y que necesitamos. Nuestros consecutivos fracasos nos llevaron a la decadencia y nos han convertido en lo que hoy somos: Un país sin rumbo. Con una economía devastada, con un número enorme de pobres, sin capacidad de producir para crecer.

A los integrantes de UCIM nos preocupa el presente, pero mucho más nos preocupa el futuro. Y el futuro son nuestros jóvenes y niños. Nos preocupa que la herramienta más importante para esta proyección, la educación haya sido descuidada a niveles que asustan.

Pero en esta Argentina actual, la educación también se encuentra en decadencia porque, gobierno tras gobierno se ha demostrado que a la clase política no le interesa tener una ciudadanía educada, un pueblo educado. La clase política prefiere que seamos ignorantes para imponer más fácilmente su dominio mediocre y mezquino.

Uno de los signos de esta política no preocupada en la educación, es el estado de las escuelas. Aunque hay honrosas excepciones de escuelas modernas, permanentemente observamos que un gran número de estos edificios, carence de mantenimiento. Muchas cierran sus puertas porque no funcionan sus baños, sistemas eléctricos, no tienen calefacción y aunque parezca increíble ¡no tienen bancos!

Con el frio que han sufrido varias provincias de nuestro país durante esta semana, muchos establecimientos cerraron, por no poder ofrecer un ambiente propicio para la contención y el aprendizaje. Alcanzamos a dimensionar lo que significa una Escuela cerrada, sin alumnos, con maestros en sus casas. Es una situación claramente preocupante que a la postre, se pagará con más niños con alto nivel de ignorancia y por supuesto, más pobreza.

Las escuelas estuvieron cerradas un año y medio. ¿No podría haberse aprovechado ese tiempo para trabajar en su puesta a punto? Los funcionarios encargados de esta área y fundamentalmente, el ministro de Educación de la Nación, debieron prever el panorama que se venía, tras tantos meses de cierre y disponer las prioridades en tan importante asunto.

Por otro lado, se ha implementado un sistema para evitar que los chicos repitan o han bajado los niveles de exigencia para permitir que pasen de año o grado, a pesar de no haber obtenido los conocimientos mínimos. ¿Como es posible obtener una educación de excelencia o al menos aceptable, para que los alumnos puedan enfrentar a futuro trabajos creativos y prósperos, bajando los contenidos ya mínimos y enseñando cada vez menos?

La situación de los docentes sabemos que es también difícil, dado que sus sueldos no son un aliciente para el trabajo pero también, está necesaria y prestigiosa labor está contaminada por el desempeño de algunos sindicalistas que parecen no querer defender la educación, sino privilegios y el menor esfuerzo posible

Si nuestro presente es incierto, ¿qué país nos espera si los chicos no aprenden? Nos preguntamos qué será de Argentina en 20 o 30 años con jóvenes sin educación, sin oficio, sin título universitario.

"La dignidad humana pasa por la posibilidad de que un ser humano sea un proyecto lanzado hacia su realización fraternal con su prójimo" dice el citado filósofo argentino.

Cada joven, cada niño es una apuesta a futuro. Son nuestra esperanza de alcanzar un mundo mejor, con más posibilidades, con nuevos horizontes. Pero para eso debemos hacer un gran esfuerzo hoy. Poner todo (planes de estudio y edificios) en condiciones para que nuestros niños aprendan y fundamentalmente que tengan todas sus necesidades satisfechas. Que aprendan también que son responsables de la Argentina que les dejamos.

Ellos son nuestra siembra y esperanza.

Daniel Ariosto
Presidente de UCIM



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