Christian Amarilla se graduó en la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca. Días después escribió una dedicatoria que comenzó a viralizarse por las redes sociales. La historia de un estudiante de 26 años que solo quería devolverles a sus padres el esfuerzo invertido.
El 20 de mayo escribió una carta sencillamente porque tenía la necesidad de hacerlo, porque quería contar quién era en verdad. Estuvo ocho años cursando la carrera e involucrándose en la gestión de la universidad pero sentía que no se había abierto, que su historia no había sido contada. El escrito tenía carácter privado y fue difundido en el ámbito académico a través del centro de estudiantes. Se había recibido once días antes. Hace una semana, una amiga, conmovida, le preguntó si la habilitaba a difundirla por las redes sociales. Y su dedicatoria, sin haber sido concebida para tal fin, comenzó su proceso de viralización.
Christian Amarilla es el joven de 26 años que redactó la carta, es hijo de Cecilio y Marta, es hincha de Boca, y ahora licenciado en química.
La carta:
Soy la bolsa de pan con mermelada que me daban las porteras al terminar la escuela para que me lleve a mi casa.
Soy el club de barrio que me permitió entrenar básquet durante 11 años sin cobrarme cuota social y pagándome el transporte para pueda ir a los partidos. También soy los botines de fútbol 5 que usaba de niño para jugar al básquet por no tener otras zapatillas.
Soy ropa prestada de mis amigos para salir a bailar.
Soy las actividades que hicieron mis compañeros del secundario para pagarme el viaje de egresados.
Soy el bullying que sufrí en a la adolescencia por tener la piel más oscura que el resto.
Soy los 30 kilómetros en bicicleta que hacia mi viejo todos los días para ir a dos trabajos por migajas de pan. Soy el dolor de espalda que hoy siente por las noches por tener que seguir laburando a pesar de su hernia de disco, soy también sus calambres.
Soy los inventos de mi mamá para que un arroz blanco sea el plato más delicioso del mundo. Soy la preocupación de ella cuando de pibe llegaba tarde a casa, y también su ocupación para que yo siga estudiando a medida que fui creciendo.
Soy el hambre que pasaron muchas veces los dos, para que yo y mis hermanos comiéramos la poca comida que había.
Soy la beca que me dio la oportunidad de ir a la Universidad. Soy carpetas prestadas. Soy el tiempo que me regalaron mis amigos preparándome para que llegue bien a un examen. Soy horas en la sala de lectura.
Soy un machete que hizo que mucha gente me prejuzgue. Soy quienes me buchonearon antes de advertirme que no lo haga.
Soy mis uñas comidas por el miedo y la ansiedad de no llegar a terminar la carrera.
Soy el daño que les provoque a personas que me han querido incondicionalmente.
Para hoy ser "licenciado”, primero tuve que ser todas las otras cosas. Por eso hoy disfruto mucho serlo, porque es muy difícil llegar, y porque a mí particularmente me ha costado un montón.
Que venga lo sea, porque estoy preparado.
El 20 de mayo escribió una carta sencillamente porque tenía la necesidad de hacerlo, porque quería contar quién era en verdad. Estuvo ocho años cursando la carrera e involucrándose en la gestión de la universidad pero sentía que no se había abierto, que su historia no había sido contada. El escrito tenía carácter privado y fue difundido en el ámbito académico a través del centro de estudiantes. Se había recibido once días antes. Hace una semana, una amiga, conmovida, le preguntó si la habilitaba a difundirla por las redes sociales. Y su dedicatoria, sin haber sido concebida para tal fin, comenzó su proceso de viralización.
Christian Amarilla es el joven de 26 años que redactó la carta, es hijo de Cecilio y Marta, es hincha de Boca, y ahora licenciado en química.
La carta:
Soy la bolsa de pan con mermelada que me daban las porteras al terminar la escuela para que me lleve a mi casa.
Soy el club de barrio que me permitió entrenar básquet durante 11 años sin cobrarme cuota social y pagándome el transporte para pueda ir a los partidos. También soy los botines de fútbol 5 que usaba de niño para jugar al básquet por no tener otras zapatillas.
Soy ropa prestada de mis amigos para salir a bailar.
Soy las actividades que hicieron mis compañeros del secundario para pagarme el viaje de egresados.
Soy el bullying que sufrí en a la adolescencia por tener la piel más oscura que el resto.
Soy los 30 kilómetros en bicicleta que hacia mi viejo todos los días para ir a dos trabajos por migajas de pan. Soy el dolor de espalda que hoy siente por las noches por tener que seguir laburando a pesar de su hernia de disco, soy también sus calambres.
Soy los inventos de mi mamá para que un arroz blanco sea el plato más delicioso del mundo. Soy la preocupación de ella cuando de pibe llegaba tarde a casa, y también su ocupación para que yo siga estudiando a medida que fui creciendo.
Soy el hambre que pasaron muchas veces los dos, para que yo y mis hermanos comiéramos la poca comida que había.
Soy la beca que me dio la oportunidad de ir a la Universidad. Soy carpetas prestadas. Soy el tiempo que me regalaron mis amigos preparándome para que llegue bien a un examen. Soy horas en la sala de lectura.
Soy un machete que hizo que mucha gente me prejuzgue. Soy quienes me buchonearon antes de advertirme que no lo haga.
Soy mis uñas comidas por el miedo y la ansiedad de no llegar a terminar la carrera.
Soy el daño que les provoque a personas que me han querido incondicionalmente.
Para hoy ser "licenciado”, primero tuve que ser todas las otras cosas. Por eso hoy disfruto mucho serlo, porque es muy difícil llegar, y porque a mí particularmente me ha costado un montón.
Que venga lo sea, porque estoy preparado.