A los 61 años y próxima a jubilarse
como Jefa de Inmunizaciones de San Rafael, la
licenciada en Enfermería Elena Ceballos, lleva toda una vida trabajando a favor
de la medicina preventiva a través de la vacunación.
Elena es oriunda de Guaymallén, pero por cuestiones de la vida y luego de recorrer toda la provincia vacunando para diversas campañas, un día decidió junto a su esposo radicarse en San Rafael, donde trabajó incansablemente, ganándose el respeto y el cariño de muchas personas que la rodean. En 2011 fue Mención Especial en la entrega de premios a Ciudadano Ilustre, y no era para menos.
Toda una vida trabajando en esto, ¿no?
Toda una vida, desde los 15 años.
¿Cómo empezó?
Fue como voluntaria cuando empezó el plan de erradicación de la viruela. Yo formaba parte de las brigadas voluntarias y salíamos a vacunar a los distintos barrios y en el Vacuntario Central. En ese entonces yo trabajaba en el Vacunatrio Central de Mendoza y después me trasladé a San Rafael.
¿Qué la llevó a hacer ese trabajo a los 15 años?
Terminé de salir de la escuela primaria y comencé a estudiar en la escuela técnica de idóneos de Farmacia y Laboratorio, y mi papá estaba relacionado con el tema de inmunizaciones y trabajaba en Sanidad de Frontera. Es como que fue una cuestión familiar, fui aprendiendo de él, después mis estudios también me llevaron a estar en contacto con lo que es la salud y salió la oportunidad de trabajar como voluntaria y ahí me presenté.
¿Estudió enfermería?
No, en ese entonces para formar parte de inmunizaciones no era necesario ser enfermera. Mis estudios de enfermería los hice después, de adulta. Estudié primero Farmacia y Laboratorio y después hice Auxiliar de Enfermería, después hice Enfermería Profesional, y de adulta la licenciatura en Enfermería.
¿Cómo ha sido su trabajo a lo largo de los años?
En mi trabajo he hecho de todo y he andado por todos los lugares que te puedas imaginar de la provincia de Mendoza.
En la primer labor que me dieron siendo voluntaria, fue estar a cargo de las brigadas móviles de las campañas contra la parálisis infantil, que se hacían tres por año. Allí trabajaban enfermeros, personal voluntario de la facultad de Medicina. Ese fue mi primer labor relevante, la de estar a cargo de las brigadas.
Después tuve a cargo la parte asistencial aérea del ministerio de Salud, donde cubríamos toda la parte de vacunación del desierto de Lavalle, localidades que muchos ni siquiera saben que existen. Es la zona que está ubicada en las lagunas de Guanacache. El ministerio de Salud tenía un servicio aéreo que lamentablemente desapareció. Viajábamos cuatro veces por semana, en ese entonces a Punta del Agua, Agua Escondida y a Ñacuñán, donde es toda una odisea porque era una avioneta para ocho personas y la pista de aterrizaje era un descampado que había sido alisado y bajar ahí era todo un riesgo. Pero tenía a cargo la vacunación de esas zonas.
¿Nunca tuvo miedo de contagiarse de algo por el riesgo que implica un trabajo así?
No, nunca tuve miedo. Siempre trabajé muy a gusto en lo que hice. Incluso aún con inclemencias del tiempo tremendas, formé parte de un campamento que se hizo desde la dirección de Invalidez y Ancianidad, y fuimos tres días a El Retamo (Lavalle) donde podíamos salir a trabajar después de las 9 de la noche porque en el día había 50 grados de calor. Fue una cruzada que se hizo desde El Retamo y se cubrían distintas zonas hasta llegar a Las Cuevas en el límite con Chile.
¿En qué año empezó a trabajar en San Rafael?
En 1981 llegué al Vacunatorio de San Rafael con un grupo de compañeras. Yo era la más jovencita, la mimada del grupo y de ese entonces soy la única que todavía está trabajando.
¿Se tuvo que mudar?
Me mudé porque mi esposo es de San Rafael y en ese entonces tuvo una muy buena oportunidad cuando se estaba haciendo el dique Los Reyunos. El trabajaba en San Rafael y tenía que trasladarse a San Martín porque nos casamos y vivíamos allá. Para evitar eso yo pedí la adscripción al Vacunatorio y acá me quedé.
¿Cómo se compone su familia?
Mi esposo y tengo dos hijos, ya grandes (una hija mujer y un hijo varón). Además tengo cinco nietos.
¿Muy obsesiva con que se vacunen?
Tremendamente. Mi hija siempre me dice: “Mami, cada vacuna que llega, cada vacuna que estamos nosotros incluidos en la edad de vacunación”. Soy muy obsesiva, sí. Incluso soy obsesiva con todos, porque tomo muy a conciencia mi trabajo y porque uno ve a diario la importancia de la vacunación.
Nunca he hecho enfermería asistencial, hospitalaria, siempre ejercí la medicina preventiva, el contacto permanente con la comunidad, con la gente e ir transmitiendo los beneficios de la vacunación. Pasa que la gente no ve a la vacunación como una gran necesidad porque no ve el efecto inmediato. Si uno está enfermo, el médico receta un antibiótico y a los dos o tres días estás sano, en cambio con la vacuna es un efecto a largo plazo, evita que te enfermes, pero la gente ve más efectivo el resultado al que te sana en poco tiempo.
Es importante trabajar de lo que a uno le gusta, ¿no?
Es tema jocoso de conversación, porque hay quienes se lamentan todos los días “¡tengo que ir a trabajar!”. En cambio yo soy una agradecida de la vida de que, si bien he tenido que trabajar desde adolescente, siempre he trabajado en lo que me gusta.
¿Con la llegada de la jubilación, tiene ganas de viajar?
Sí, me encanta viajar, soy muy “pata de perro”. Me he tomado mis tiempos para viajar incluso cuando estoy trabajando. Mi idea es viajar, descansar.
Me han ofrecido otros trabajos relacionados con la salud y con lo que hago, pero personalmente veo que tengo que entrar en una etapa para dedicarme a mí, a mi familia, mis nietos, a mi esposo, porque siempre la familia ha quedado un poco de costado a raíz del trabajo y de los estudios que aprendí siendo grande.
Elena es una mujer que siempre abre las puertas a la prensa muy amablemente, para despejar cualquier duda o para generar conciencia en la población sobre la importancia de la vacunación. Ahora comienza una nueva etapa de su vida y es por eso que le deseamos lo mejor.
Sería muy positivo que quien la remplace en el cargo tenga el mismo profesionalismo, la misma vocación y el mismo compromiso por la salud de todos.
Por Max Belaeff
Elena es oriunda de Guaymallén, pero por cuestiones de la vida y luego de recorrer toda la provincia vacunando para diversas campañas, un día decidió junto a su esposo radicarse en San Rafael, donde trabajó incansablemente, ganándose el respeto y el cariño de muchas personas que la rodean. En 2011 fue Mención Especial en la entrega de premios a Ciudadano Ilustre, y no era para menos.
Toda una vida trabajando en esto, ¿no?
Toda una vida, desde los 15 años.
¿Cómo empezó?
Fue como voluntaria cuando empezó el plan de erradicación de la viruela. Yo formaba parte de las brigadas voluntarias y salíamos a vacunar a los distintos barrios y en el Vacuntario Central. En ese entonces yo trabajaba en el Vacunatrio Central de Mendoza y después me trasladé a San Rafael.
¿Qué la llevó a hacer ese trabajo a los 15 años?
Terminé de salir de la escuela primaria y comencé a estudiar en la escuela técnica de idóneos de Farmacia y Laboratorio, y mi papá estaba relacionado con el tema de inmunizaciones y trabajaba en Sanidad de Frontera. Es como que fue una cuestión familiar, fui aprendiendo de él, después mis estudios también me llevaron a estar en contacto con lo que es la salud y salió la oportunidad de trabajar como voluntaria y ahí me presenté.
¿Estudió enfermería?
No, en ese entonces para formar parte de inmunizaciones no era necesario ser enfermera. Mis estudios de enfermería los hice después, de adulta. Estudié primero Farmacia y Laboratorio y después hice Auxiliar de Enfermería, después hice Enfermería Profesional, y de adulta la licenciatura en Enfermería.
¿Cómo ha sido su trabajo a lo largo de los años?
En mi trabajo he hecho de todo y he andado por todos los lugares que te puedas imaginar de la provincia de Mendoza.
En la primer labor que me dieron siendo voluntaria, fue estar a cargo de las brigadas móviles de las campañas contra la parálisis infantil, que se hacían tres por año. Allí trabajaban enfermeros, personal voluntario de la facultad de Medicina. Ese fue mi primer labor relevante, la de estar a cargo de las brigadas.
Después tuve a cargo la parte asistencial aérea del ministerio de Salud, donde cubríamos toda la parte de vacunación del desierto de Lavalle, localidades que muchos ni siquiera saben que existen. Es la zona que está ubicada en las lagunas de Guanacache. El ministerio de Salud tenía un servicio aéreo que lamentablemente desapareció. Viajábamos cuatro veces por semana, en ese entonces a Punta del Agua, Agua Escondida y a Ñacuñán, donde es toda una odisea porque era una avioneta para ocho personas y la pista de aterrizaje era un descampado que había sido alisado y bajar ahí era todo un riesgo. Pero tenía a cargo la vacunación de esas zonas.
¿Nunca tuvo miedo de contagiarse de algo por el riesgo que implica un trabajo así?
No, nunca tuve miedo. Siempre trabajé muy a gusto en lo que hice. Incluso aún con inclemencias del tiempo tremendas, formé parte de un campamento que se hizo desde la dirección de Invalidez y Ancianidad, y fuimos tres días a El Retamo (Lavalle) donde podíamos salir a trabajar después de las 9 de la noche porque en el día había 50 grados de calor. Fue una cruzada que se hizo desde El Retamo y se cubrían distintas zonas hasta llegar a Las Cuevas en el límite con Chile.
¿En qué año empezó a trabajar en San Rafael?
En 1981 llegué al Vacunatorio de San Rafael con un grupo de compañeras. Yo era la más jovencita, la mimada del grupo y de ese entonces soy la única que todavía está trabajando.
¿Se tuvo que mudar?
Me mudé porque mi esposo es de San Rafael y en ese entonces tuvo una muy buena oportunidad cuando se estaba haciendo el dique Los Reyunos. El trabajaba en San Rafael y tenía que trasladarse a San Martín porque nos casamos y vivíamos allá. Para evitar eso yo pedí la adscripción al Vacunatorio y acá me quedé.
¿Cómo se compone su familia?
Mi esposo y tengo dos hijos, ya grandes (una hija mujer y un hijo varón). Además tengo cinco nietos.
¿Muy obsesiva con que se vacunen?
Tremendamente. Mi hija siempre me dice: “Mami, cada vacuna que llega, cada vacuna que estamos nosotros incluidos en la edad de vacunación”. Soy muy obsesiva, sí. Incluso soy obsesiva con todos, porque tomo muy a conciencia mi trabajo y porque uno ve a diario la importancia de la vacunación.
Nunca he hecho enfermería asistencial, hospitalaria, siempre ejercí la medicina preventiva, el contacto permanente con la comunidad, con la gente e ir transmitiendo los beneficios de la vacunación. Pasa que la gente no ve a la vacunación como una gran necesidad porque no ve el efecto inmediato. Si uno está enfermo, el médico receta un antibiótico y a los dos o tres días estás sano, en cambio con la vacuna es un efecto a largo plazo, evita que te enfermes, pero la gente ve más efectivo el resultado al que te sana en poco tiempo.
Es importante trabajar de lo que a uno le gusta, ¿no?
Es tema jocoso de conversación, porque hay quienes se lamentan todos los días “¡tengo que ir a trabajar!”. En cambio yo soy una agradecida de la vida de que, si bien he tenido que trabajar desde adolescente, siempre he trabajado en lo que me gusta.
¿Con la llegada de la jubilación, tiene ganas de viajar?
Sí, me encanta viajar, soy muy “pata de perro”. Me he tomado mis tiempos para viajar incluso cuando estoy trabajando. Mi idea es viajar, descansar.
Me han ofrecido otros trabajos relacionados con la salud y con lo que hago, pero personalmente veo que tengo que entrar en una etapa para dedicarme a mí, a mi familia, mis nietos, a mi esposo, porque siempre la familia ha quedado un poco de costado a raíz del trabajo y de los estudios que aprendí siendo grande.
Elena es una mujer que siempre abre las puertas a la prensa muy amablemente, para despejar cualquier duda o para generar conciencia en la población sobre la importancia de la vacunación. Ahora comienza una nueva etapa de su vida y es por eso que le deseamos lo mejor.
Sería muy positivo que quien la remplace en el cargo tenga el mismo profesionalismo, la misma vocación y el mismo compromiso por la salud de todos.
Por Max Belaeff